Venimos regresando de un grato paseo en coche. Nos metimos en un pueblecito llamado Reliegos, camino al cual hallamos algunos lugares muy interesantes: tanto así que Mabel decidió tomar algunas fotos. De regreso, Sofía se pone a jugar a la familia con su hermanito y su mamá.
Sofía: ¿vale que yo era «la mamá», y mi papá era «el papá»?
Yo no estoy presente, en la misma habitación, así que el planteamiento de Sofía me golpea en la cara con violencia en virtud de la atención que puedo poner.
Conque Sofía pregunta si su papá puede ser «el papá». Para ella, el papá es el papá: un rol que no le corresponde en ningún mundo. Le parece natural, por lo visto, asimilar «su papá» a «el papá». Y de esta forma tan simple y tan elegante funde dos contextos semánticos (por lo menos) y permite que yo, al escuchar su frase, intente hacer lo mismo. Comienzo a comprender cómo uno se convierte en papá, en esposo, en abuelo, en... así: sin darse uno cuenta de ello.
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